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Despierto. He dormido 10 horas, me aborrezco unos minutos recostado en cama, y me levanto con el pie izquierdo, pienso que no será un buen día, no importa estaré bien. Tiro un dado, sale 6. – Es un día bueno, pienso, justificando mi anterior afirmación. Me dirijo a la cocina, esta desordenada, nadie ha querido perder su tiempo ni lo hare yo. Recuerdo un momento, bueno en realidad lo invento, es tan excitante ese viaje de colores, mientras dura claro. Vuelvo a pensar que será un día interesante. La casa está vacía, yo también, es como si algo material pudiera sentir, hablar, desear; soy tan material, ¡mierda! .Pienso en arte, se me viene a la mente un cuadro de un artista: Julio Gómez Guerrero (mi primo), un bus en el desierto, trato de descubrir los pensamientos, pienso en él, no lo he visto en años, la última vez que lo vi me regalo esta pintura, la cual va mudándose a mi lado y a la cual aprecio con ese amor familiar, al que tanto ignoro. No entiendo que tiene que hacer un bus en el desierto, no entiendo porque el bus tiene ese estúpido sillón rojo y nadie lo maneja, no entiendo nada. Trato de pensar como él, ser como él, es inútil no lo logro. Pienso en mí, me siento un bus, nadie me maneja. Pienso en dolor, pienso en rojo. La pintura ha logrado meterse en mí. Me ha cautivado algo que no entiendo. Estoy tan feliz. Me gustaría ser una pintura, que traten de relacionarme con sus vidas y apoderarme de las mismas. No ser sólo una fuente lírica, quiero ser una imagen también.